El hombre leopardo (The leopard man, 1943) de Jacques Tourneur

El hombre leopardo

De las tres películas en las que colaboraron juntos el director Jacques Tourneur y el productor Val Lewton en la RKO, El hombre leopardo es la que permanece más en la sombra. Mientras que La mujer pantera y Yo anduve con un zombi son dos clásicos del cine de terror y películas de culto, El hombre leopardo ha caído más en olvido. Quizá en las dos primeras, el terror con el elemento fantástico es una combinación que atrapa a los espectadores (en su día y aún hoy) y, sin embargo, El hombre leopardo elimina el elemento fantástico para ofrecer una película de intriga y misterio sobre un asesino en serie.

Y esto no fue del todo valorado, no se tuvo en cuenta que era una pionera en el tratamiento del subgénero de los asesinos en serie, que tan solo algunos directores, y no en EEUU, se habían atrevido a plasmar, recordemos M, de Fritz Lang (luego sería un director que más de una vez presentaría en sus películas el asesino en serie). Sin embargo, ya había directores que estaban ahondando en este tipo de asesinos, con intensos retratos psicológicos, ese mismo año, 1943, Alfred Hitchcock estrena La sombra de una duda con el inquietante tío Charlie. Pero Tourneur, no obstante, sigue fascinando por su manera de rodar en El hombre leopardo y visualmente ofrece la firma que había caracterizado al dúo, que fue capaz en su trilogía de con un mínimo presupuesto crear tensión, intriga y miedo, solo a través de lo que se intuía en las imágenes…

Así El hombre leopardo tiene dos valores: cómo crea una atmósfera, un ambiente, y por otra parte cómo están rodadas las muertes de cada una de las víctimas. Solo somos testigos de los momentos previos hasta que se oye el grito de la víctima que anuncia su muerte. Tourneur y Lewton parten de una obra literaria del escritor de novelas policiacas y de misterio, Cornel Woolrich (por ejemplo, también Hitchcock recurrió a él para La ventana indiscreta) y a partir de ahí crean una atmósfera que recorre toda la película.

En ese ambiente casi todos los personajes son ambiguos, presentan su rostro negativo y positivo a la vez. En un principio ninguno nos es simpático (excepto dos de las víctimas): ni esa pareja de representante y cantante, Jerry Manning y Kiki Walker, que desencadena el caos cuando para provocar impacto entre el público alquilan un leopardo negro (que parece ser que era el mismo animal que aparecía en La mujer pantera) que escapa asustado; ni la bailarina rival, Clo-Clo, responsable de que el animal salga huyendo; ni ese intelectual y director de museo, Galbraith; ni la madre de Teresita, la primera víctima; ni el dueño del leopardo, Charlie; ni siquiera los clientes del club donde trabajan Kiki y Clo-Clo o la adivina, amiga de Clo-Clo… todos presentan luces y sombras en sus personalidades… Y todos se encuentran en una pequeña ciudad de Nuevo México donde la noche tiene vida propia, más todavía cuando se ha escapado la bestia negra y no la encuentran, es una amenaza continua, sobre todo cuando empiezan a aparecer víctimas, mujeres que caen bajo sus garras… En esa pequeña ciudad, por la noche, hay luces y sombras, lugares solitarios y lejanos, verde y naturaleza, tiendas retiradas, el local de las artistas, el tanatorio, los establecimientos, las viviendas humildes, los callejones, el cementerio… Existe una iconografía entre mexicana y española… donde hay bailarinas con traje de flamenco (presentación brillante de Clo-Clo, tras una puerta ensayando su baile, que tiene el rostro de Margo, la sobrina de Xavier Cugat) y presencia de procesiones religiosas (dejando una secuencia de gran fuerza visual, composición perfecta y un elemento de extrañamiento en la persecución final del asesino).

Pero el mayor valor de El hombre leopardo es cómo están rodadas las tres secuencias de los asesinatos de las mujeres (la joven y humilde Teresa, la joven y rica Consuelo y Clo-Clo, que además es una muerte anunciada con la repetida presencia de una carta nefasta cada vez que su amiga la adivina lee su futuro). Las tres están construidas con el mismo ritual y, sin embargo, las tres son diferentes. Siempre nos muestra los momentos previos al asesinato, con notas de tensión e intriga, con anuncios de muerte anunciada, con luces y sombras, lugares solitarios, y el miedo que se va apoderando de la víctima… hasta el grito desgarrado. La más elaborada y larga es la primera muerte, la de la joven Teresa, que obligada por su madre y a pesar de que está atemorizada porque se ha escapado el leopardo, tiene que ir por la noche a buscar comida a una tienda lejana. Es continua la presencia de la amenaza, los ojos del leopardo negro, y escalofriantes los gritos de la joven tras la puerta de la casa materna… con un reguero de sangre que se desliza finalmente por debajo de la puerta. Después Consuelo tiene su cita de amor en un pequeño cementerio, y su cita no llega, y se queda encerrada en el recinto pues se le pasa la hora del cierre, con sus esculturas fantasmagóricas, y pide auxilio… y cuando mira la tapia de arbustos, otro grito desgarrador. Y la última es la más anunciada, la de la bailarina Clo-Clo. Ella va por las calles oscuras a su hogar, ya con la mosca detrás de la oreja pues ha visto cómo sale repetidamente una carta de mal augurio, se asusta cuando un desconocido la ofrece subirse a su coche negro, pero finalmente llega al hogar ya tranquila, sin embargo, se da cuenta de que ha perdido un billete que le ha dado un cliente… y vuelve a salir. Su perdición y muerte… grito.

El hombre leopardo de Jacques Tourneur no merece tanto olvido.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

10 comentarios en “El hombre leopardo (The leopard man, 1943) de Jacques Tourneur

  1. Me ocurre que, ahora que parece que todo se vende al peso (blockbusters de dos horas y media, bestsellers de 1500 páginas….), cada vez aprecio más la capacidad de concisión de la serie B clásica, repletos de recursos de buen contador de historias. Es algo que discutía a propósito de Toni Erdmann. Me interesa lo que me expone la película de Maren Ade, pero a mi juicio tiene un fallo que considero muy grave: cuenta en 160 minutos algo que se puede contar en 90. Creo que es un detalle que refleja que detrás no hay una buena narradora de cine, por más que el argumento y su mensaje sean notables. Las elipsis y otros elementos de abreviación expresiva existen y deben usarse.

  2. Si dejamos aparte el detalle de que el post que acabo de leer aquí es todo un festival de «spoilers», el didáctico texto reivindica esta película y la coloca sobre un pequeño pedestal en el que nunca estuvo. Está claro que se rodó a rebufo de la estela dejada por «LA MUJER PANTERA» (empezando por el engañoso título) e intentando aprovechar en la medida de lo posible algunos de los elementos más llamativos y que mejor funcionaron en aquella, aunque la trama de ésta no tuviera nada que ver.
    En cualquier caso, sabido es que los modestos presupuestos destinados a las producciones del singular Val Lewton eran, las más de las veces, condicionantes para que la imaginación de este productor y el talento para lo atmosférico de Jacques Tourneur se pusieran en marcha ideando soluciones expresivas que “taparan” los huecos de la insuficiencia. Los resultados solían ser tan sorprendentes como estimulantes. Y esta película es un ejemplo más, en mi opinión, no especialmente brillante si la comparamos con los hipnóticos resultados de sus dos predecesoras.
    Un abrazo.

  3. Sí, que gusto da a veces la síntesis. Alargar por alargar, no es plan… aunque hay grandes películas de larga duración, querido crítico abúlico, que a mí me han apasionado…, pero sí molesta el fenómeno que tan bien explicas…
    Y, sí, sacas un tema apasionante la concisión de la serie B clásica, que quería decir menor presupuesto pero no por ello menos calidad, había grandes maestros de este tipo de películas.

    Beso enorme
    Hildy

  4. Joooo, querido Teo, ¡menuda bronca me has echado por dejar este festival de spoilers en El hombre leopardo! (eso sí, lo has hecho con mucha elegancia, sutilidad y cuidado). Pero el motivo del festival ha sido el poder explayarme para exponer por qué El hombre leopardo no merece un puesto en las sombras, y sí ser vista. Efectivamente, no comparo las tres obras, sino que creo que no se merece el olvido. De las tres la que más me gusta y engancha es La mujer pantera.

    Beso sin spoiler
    Hildy

  5. Una pequeña gran joya, mi querida Hildy. Como casi todo lo que produjeron Val Lewton y su equipo (Robert Wise, Mark Robson, Curt Siodmak, el propio Tourneur) para la RKO en aquellos años. Como se ha apuntado por ahí arriba, la economía narrativa es un valor a reivindicar, que va asociada irremediablemente al ritmo. En mucho de ese cine que se comenta, el del cine extralargo, lo que ocurre es que hay una carencia total del sentido del ritmo, y la falsa creencia de que, por ejemplo, es precisa una narración lánguida y meticulosa con el reloj cuando se trata de contar dramas de peso (ahí está Manchester frente al mar, una trama de telefilme cuyo valor principal está en las interpretaciones y en la estructura de la historia, que podría contarse en 100 o 110 minutos sin necesidad de irse a 135). Es un problema de nuestro tiempo, condicionado, a mi juicio, porque fuera del cine nos inoculan el virus de la prisa.

    En fin, que me voy del tema. Que esta película es una gozada, y que tu texto es una maravilla. No debes preocuparte por los spoilers; te ocurre como a mí. Pero no es nuestro problema. El problema es que el mundo debería haber visto más cine y saber de lo que hablamos.

    Besos

  6. Dicho sea de paso, naturalmente hay películas larguísimas y maravillosas. Pero se trata de películas que «necesitan» tiempo, no que lo rellenan.

    Más besos

  7. Sí, mi querido Alfredo, lo de la economía narrativa y lo de las películas que necesitan tiempo… y no rellenan es un tema de análisis y debate apasionante. Tanto en el cine como en la literatura una de las cosas más difíciles de manejar es el tiempo…, el ritmo…, el tempo…
    El hombre leopardo creo que está en las sombras y merece la pena verla, sacarla de las brumas, pues tiene momentos absolutamente maravillosos.

    Beso… y no de relleno
    Hildy

  8. Es verdad, Tourneur es de esos directores grandes que, como no son tan grandes como los verdaderamente grandes (y perdón por el juego de palabras), muchas veces se desprecian. Si os fijáis en las historias del cine, centradas en los hitos, estéticas, tendencias, movimientos y grandes autores, directores como Tourneur salen mencionados como mucho…

    Interesante lo que comentas de cómo rueda los asesinatos: algo muy difícil. ¿Se muestra o se sugiere? ¿Se enseña la sangre y las vísceras o se hace una elipsis? ¿Se crea intriga antes o se exhibe tal cual de manera abrupta para que todo parezca más cruel y absurdo? Son cuestiones importantes. Porque para hacer lo de Hitchcock en la escena de la ducha en la irrepetible (pese a Van Sant) «Psicosis» hay que tener un talento inmenso y Hitch solo ha habido uno.

    No he visto la película, Hildy, pero tu texto ayuda a tenerla presenta. Y anima a verla, cuando se pueda.

    Luis

  9. Querido, querido Luis, ya me contarás cuando puedas verla. Sí, a mí Tourneur es un director que me da muchas alegrías. Lo disfruto. Me apetece seguir descubriendo más títulos de él porque los que conozco me animan a seguir conociéndolo. Ahora también me han entrado ganas de conocer la filmografía de su padre, Maurice.

    Yo solo por cómo rueda esos tres asesinatos ya me mereció la pena verla. Y planteas un tema muy interesante sobre cómo rodar un asesinato en una película. Cómo. Eso siempre es una decisión de puesta en escena y dirección.

    Beso
    Hildy

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