Juego de espías (Juego de espías. Canfranc-Zaragoza-San Sebastián, 2013) de Ramón J. Campo y Germán Roda

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… Si algunos edificios o paredes pudiesen hablar… Y esta frase que tanto hemos escuchado cobra todo su sentido cuando en el documental Juego de espías la cámara viaja por un enorme edificio vacío pero escenario en tiempos pasados (y cercanos) de muchas historias. Y ese edificio es la Estación Internacional de Canfranc (Huesca), una estación de ferrocarril fantasma casi en la frontera de Francia.

Juego de espías se centra en una de esas historias donde fueron muchos los protagonistas. De las imágenes de la estación en la actualidad e infografías pasamos a fotografías de distintas épocas hasta llegar a 1940, y poco a poco, con la tensión de un thriller surge la narración de un acontecimiento: el nacimiento de una red de espías en la que operaban hombres y mujeres aragoneses, vascos y franceses para facilitar al Servicio de Inteligencia británica información crucial —sobre los movimientos de las tropas nazis y sobre las mercancías que entraban y salían— para el curso de la Segunda Guerra Mundial. Mujeres y hombres que trabajaron en el anonimato más absoluto poniendo en riesgo sus vidas y la de sus familias por la causa de los aliados y para luchar contra el nazismo. Mujeres y hombres de diferentes ideologías políticas, creencias y profesiones que hacían llegar tras una compleja red de comunicación la información. Y todo esto en un país neutral que vivía además una dura posguerra y una dictadura férrea.

El documental reconstruye un periodo de la historia desconocido y sepultado (que ahora a través de la literatura, de libros de historia, de series de televisión o de documentales como éste se está dando a conocer más)… y es puro periodismo de investigación. En busca de testigos y familiares, de testimonios, de documentación… terminamos oyendo hablar a las paredes. Así el periodista aragonés Ramón J. Campo, especialista en Canfranc, parte de sus investigaciones (que ha recogido en varios libros como El oro de Canfranc o La estación espía) para desenterrar una historia apasionante.

El realizador Germán Roda emplea varios recursos visuales además de las entrevistas a testigos, antiguos espías (donde nos encontramos, entre otros, a una entrañable abuela llamada Lola, que cuenta los hechos con una naturalidad que desarma o la dulzura de Simone que era una niña que junto a sus padres formaban parte de la red), familiares (como Emilio Astier, el nieto de uno de los espías que trata de reconstruir la vida de su abuelo y nos dice que entre la memoria y el olvido, él elige la memoria),  y especialistas que crean un relato ágil (y abren el apetito al espectador interesado dejándole con ganas de más…). A las fotografías de época e infografías se intercala además animación que recrea las acciones y actuaciones de los espías. La animación recuerda a esos dibujos que se realizaban en los juicios para reflejar las sesiones. Y es que precisamente parte de la información de este ‘juego de espías’ y que confirma la existencia de esta red es el sumario de un juicio en plena dictadura… viejos papeles que hablan… sobre una red de espías que fue desmantelada y cómo fueron detenidos y encarcelados varios de sus integrantes…

Volvemos a la estación internacional de Canfranc e imaginamos lo que pudieron vivir los protagonistas de esta historia desenterrada. Rescatamos las voces de las paredes. Pensamos en esos viajes en tren a San Sebastián, Zaragoza o Madrid o esos encuentros en viejas cafeterías o en calles bulliciosas para intercambiar mensajes… Hombres y mujeres que aun viviendo la más dura de las posguerras y una dictadura se convirtieron en espías para luchar contra el nazismo.

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9 comentarios en “Juego de espías (Juego de espías. Canfranc-Zaragoza-San Sebastián, 2013) de Ramón J. Campo y Germán Roda

  1. Es un lugar mágico. Por todo. Por el entorno privilegiado, sí, bellísimo, incomparable. Por el edificio en sí, claro. Porque antes de que pasara el tren acumulaba siglos y siglos de riquísima historia. Porque fue una inmensa labor de ingeniería la transformación del lugar para que pudiera acoger una estación del ferrocarril. Porque allí el padre de José Antonio Labordeta congenió con un oficial alemán que andaba al cuidado de la estación, un tipo poco fanático, un antiguo profesor, como el padre de Labordeta (que, de chico, pasaba por allí a disfrutar de los veranos y observaba las andanzas de su padre con el soldado), con el que, dado que ninguno hablaba la lengua del otro, conversaba en latín… Esto lo cuenta el zaragozano Ignacio Martínez de Pisón en un pequeño relato sobre Canfranc. Bueno, y millones de cosas. Un lugar para volver y volver y volver que, por la desidia tan típica de los españoles (y entre ellos, los aragoneses los que más) está muriendo poco a poco.
    Qué bueno ver mi tierra por este rinconcito, Hildy.
    Besos

  2. No sabes qué ganas me han entrado de conocer la estación de ferrocarril de Canfranc y su entorno. Y qué genial la anécdota que rescatas del padre de Labordeta. Gracias mil. Las imágenes del edificio por dentro, a pesar de su abandono, ofrecían un espacio de posibilidades increíbles. Para crear algo verdaderamente hermoso. Y la historia rescatada en el documental muy interesante… Te quedas con ganas de más.

    Besos
    Hildy

  3. Estaba pensando en qué otra parte había oído mencionar Canfranc en relación con el cine y, claro, era el título «El Rey de Canfranc» otro documental que se proyectó este año en San Sebastián y que supongo que no será el mismo sobre el que escribes aunque el tema me parece que era similar.
    Saludos.

  4. ¡Qué bueno, Licantropunk!, efectivamente este año también está el documental que nombras (que no he visto)y que se centra en un espía, Albert le Lay, al servicio de los aliados. Y el escenario es también la estación internacional de Canfranc. En Juego de espías también se le nombra.
    ¡Eres un lince cinéfilo!
    Besos
    Hildy

  5. Todavía es sobrecogedor, hoy en día, pasear por las inmediaciones de la fantasmagórica y colosal Estación Internacional de Canfranc, un edificio de una importancia inimaginable en la actualidad, para un pueblo como Canfranc. Todavía hoy, los paseos por las vías desiertas, los vagones abandonados (objetivo de grafiteros), las enormes cocheras y los innumerables andenes, ganados hoy por la vegetación, dejan la sangre helada. Sobrecoge la inmensidad de un lugar relegado injustamente al olvido. La Estación de Canfranc es un reflejo de lo poco que cuidamos los aragoneses nuestras joyas históricas. El paso natural de nuestra península a Francia, debía ser este. Pero, claro, no interesa al gobierno central. Una pena. Aún así, recomiendo una visita a Canfran, no solo para disfrutar de este lugar, también de un hermoso e incomparable paisaje donde el pirineo aragonés se vuelve único en el mundo. Saludos.

  6. En el documental me llamó muchísimo la atención el escenario donde transcurre la historia y con vuestras palabras (las tuyas, Marcos, y las de Alfredo)… tengo unas ganas inmensas de pisar la estación de Canfranc y que sus paredes me hablen. Gracias mil.

    Besos
    Hildy

  7. Soy una enamorada de la estacion de canfranc y toda su historia,por ello me produce una pena inmensa ver el estado de deterioro en el que se encuentra, pero culpables hay muchos el primero el gobierno central y los intereses politicos que impiden que ese paso sea rentable.pero tambien los aragoneses tienen parte de culpa por no difundir la historia de Canfranc de una forma mas amena,no en un trocito de estacion frio y humedo.

  8. Bienvenida Luba, para mí gracias a este documental fue un descubrimiento tanto el emplazamiento (y efectivamente es triste ver su estado de deterioro y aun así mantener su belleza)como su historia. Y es un lugar que muestra que tiene un montón de posibilidades para devolverle una función y frenar ese deterioro. En el documental algunos de sus protagonistas ofrecían buenas ideas para su recuperación.

    Un beso y gracias por el comentario
    Hildy

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