Dan Duryea

Duryea tiene ganada la eternidad cinéfila por los siglos de los siglos por su maravillosa trilogía de malos malísimos en tres obras maestras del cine negro. Gánster con aires de locura o chulo pringado que va por la vida con la violencia por bandera. La mujer del cuadro, Perversidad (ambas de Lang) y El abrazo de la muerte de Robert Siodmak cuentan con tres malvados con el mismo rostro que siempre que aparecen se llevan la función de calle. Las tres películas son tres puntales del buen cine negro. Las mujeres que acompañan a estos malvados (con cara de Duryea) en este viaje hacia lo oscuro son Joan Bennet en las de Lang e Ivonne de Carlo en la de Siodmak.

Duryea es de esos tipos duros con cara peculiar que tuvo una carrera notable pero que irremediablemente ha caído en olvido. Para mí el encontrármelo en alguna película entre los nombres del reparto siempre es algo bien recibido. Me supone una garantía para tener ganas de verla. Y mientras me muero de ganas por descubrir muchas joyas ocultas de su filmografía… me deleito en las que le voy descubriendo.

Empezó en roles secundarios en las que mostraba su versatilidad pero también su sello (sus personajes no suelen ser sencillos… y viajan más por los caminos de la maldad y la oscuridad). Dan Duryea es de esos tipos que no tiene cara de bueno… Así comienza su carrera cinematográfica a principios de los cuarenta con La loba de William Wyler… y es uno de esos zorros-cachorros miembro de esa familia que se devora por dinero. Después se fue a una comedia que adoro, Bola de fuego, y es el matón de turno pero con mucha gracia y poco cerebro. Los siete sabios que tratan de que el ‘príncipe’ sabio se quede con la dama, chica de Cabaret… le someten a una ‘brutal’ tortura a base de cosquillas. Y ya se cruzó en el camino de Fritz Lang que le convirtió en el malo malísimo con ese mechón de pelo tan especial que cae por su cara.

Otro de sus géneros más visitados fue el western (varias veces bajo la dirección de Anthony Mann). Nos lo encontramos en el reparto de la mítica Winchester 73. Y Mann le dio la posibilidad de alejarse de su personaje de malvado para darle el papel de trabajador simpático, líder y eficaz en Bahía negra. Pero de nuevo Allan Dwan le pone cara de malo y construye a un antihéroe malvado del salvaje Oeste en la notable Filón de plata. Duryea da escalofríos por su afán de venganza y violencia… irracional.

Me alegro de este rostro incompleto… pero ya en el olimpo (sus tres malos se quedaron en la retina de mis ojos para siempre)… porque me anima el saber que me quedan muy buenas películas por descubrir. De momento me apetece conseguir verle en El ministerio del miedo, Ángel negro, Demasiado tarde para lágrimas, Murallas de silencio…

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Sterling Hayden

Hayden es el rostro de un hombre duro. Como un Robert Mitchum. Como un Dan Duryea. Como un Dana Andrews… Vamos, tipos duros que no te los imaginas en comedia (pero todos tienen alguna que otra comedia en sus carreras y no salen mal parados en su labor de comediantes). Hayden es de esos que además de actor, de meterse en la piel de otros personajes, tienen una vida digna de ‘héroe cinematográfico’, de hombre aventurero. Su vida es como una película intensa en emociones. Hombre hermoso lleno de matices. Me queda muchísimo por descubrir en su filmografía… pero lo que conozco me permite hacer una pequeña radiografía de ‘antihéroe desencantado’, el ‘hombre desquiciado y sin escrúpulos’ o el ‘hombre roto que tiró sus ideales’… Era de esos hombres duros que no necesitaban una pose, ya lo eran por naturaleza.

Seis son las películas por las que Hayden es más recordado. Saltó a la fama definitivamente con una película de John Huston, puro cine negro, cine de perdedores… esas personalidades características de las películas de Huston. Un grupo de ladrones perpetrando el robo perfecto hasta que todo se va torciendo irremediablemente… La jungla de asfalto, 1950. Qué ganas de volver a saborearla.

El forajido, el hombre del oeste con un pasado, el hombre solitario que llega con una guitarra pero sabe empuñar una pistola… El hombre que vuelve reencontrarse con su amor y entonces se produce entre ellos conversación amorosa inolvidable. Johnny Guitar, 1954… película rodada por otro especialista en perdedores. Por otro de vida apasionante (como Huston…, como Hayden), Nicholas Ray.

Dos años más tarde se encuentra con Stanley Kubrick, otro director de filmografía apasionante. Y nos deja otra película de perdedores con intento de atraco perfecto que se desmorona… y ahí está Hayden con otro papel de perdedor de cine negro, duro, y un montón de billetes que caen de un maletín abierto… preconizando su destino oscuro. No es otra que una joya como: Atraco perfecto.

En 1964 con el mismo director protagoniza sátira política-militar en tiempos de la guerra fría. Hayden se transforma en personaje caricaturesco y lo hace genial. Militar que roza la demencia con ideas extremas… Nadie le para en sus absurdas obsesiones contra el comunismo. Me refiero a ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú.

Sigue ahondando en papeles de pérfido y esta vez es un policía corrupto en esa maravilla que es El Padrino, 1972. Uno de los personajes que encenderán la mecha de la ganas de venganza que nacen en Michael para no dejar de crecer en la trilogía. Su muerte en el restaurante se ha convertido en una de esas escenas clave.

Y en 1976 vomita dureza y entereza en Novecento, el abuelo de Olmo, el campesino con conciencia de clase, comunista, en contraposición con otro abuelo en el papel de patrón con cara de Burt Lancaster.

Sterling Hayden fue un ‘héroe duro’ pero no de cartón sino de manera natural. Desde sus entrañas. En la vida real desde los 17 años se convirtió en aventurero… amaba el mar. Durante la Segunda Guerra Mundial su admiración por los partisanos hizo que militara durante unos años en el Partido Comunista en los EEUU. Fue uno de los actores en la lista negra de la Caza de Brujas… y en un momento dado dio nombres para poder seguir su carrera cinematográfica… acto del cual se arrepintió profundamente y nunca se sintió a gusto con su comportamiento en esos tiempos. Arrastró siempre su desencanto… quizá se olvidaba de todo surcando los mares. O convirtiéndose en otros personajes para la gran pantalla blanca y la sala oscura.

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Jack Lemmon

Carrera de fondo…

… era de esos rostros que te acompañaban toda una vida. Una cara con la que te encontrabas con agrado. Lemmon fue un actor de los grandes que empezó su carrera sin estridencias, como buen comediante, y terminó siendo un coloso. Estuviese donde estuviese lograba dar credibilidad a la historia que se estuviera contando.

Empezó poco a poco al lado de una comediante nata, ahora bastante olvidada, Judy Holliday. Eran los primeros años de la década de los cincuenta. Jack Lemmon era el hombre simpático, la buena persona, el divertido… John Ford le dio uno de sus primeros éxitos con Escala en Hawai. Y empieza su relación (una de las que más desconozco pero parte importante de su carrera) con el director Richard Quine, que junto a Billy Wilder, fue con uno de los que más trabajó.

… Billy Wilder le eleva a los cielos

En 1959 Wilder le eleva a categoría de estrella y le eleva por los siglos de los siglos a los cielos. Ya nunca más se separaron. Y protagonizaron juntos una filmografía intensa. En Con faldas y a lo loco le transforma en un músico perdedor que para la supervivencia tiene que vestirse de mujer junto a su compañero Tony Curtis… y ya no podemos quitarnos la risa de la boca. Su baile con un multimillonario bajito y una rosa en la boca es la cumbre de la comedia desternillante.

Después un año más tarde llegó la joya donde Lemmon representa el hombre común y gris encerrado en una oficina. El hombre perdedor y sin ideales que sin embargo se da una oportunidad a sí mismo. Recupera la dignidad. Y de paso trata de llevar a lo más alto el amor de verdad con la ascensorista Kubelik, otro triste y encantador personaje. Estoy hablando de El apartamento.

Ambos se pasan tres años más tarde al cuento parisino de la puta de las medias verdes y el policía honrado que la ama y enloquece. Un cuento sin moraleja… porque eso es otra historia. Y así nos metemos en las apariencias y enredos que propone Irma La Dulce.

De nuevo en 1966 se unen y junto al dúo nos encontramos a Walter Matthau y todo el cinismo y la mala baba para crear de nuevo una historia de un perdedor con una segunda oportunidad para recuperar la dignidad. Ahí está En bandeja de plata, comedia triste como la vida misma.

En los años setenta deleitan con una comedia romántica de humor negro maravillosa. Un americano ejecutivo y gris, pragmático y amargado, va a recoger el cadáver de su padre a Italia… y después del desconcierto aprende los placeres de la vida. Una delicia reencontrarse una y otra vez con Avanti.

Otra vez se unen a Matthau para llevar un clásico del humor cínico a la pantalla de cine, Primera plana, un remake sobre el cuarto poder y la política. Donde ni prensa, ni políticos, ni costumbres sociales, ni matrimonio, ni amistad, ni familia… vamos donde no queda títere con cabeza… Otro placer verles de nuevo reunidos.

Su despedida fue en 1981 con Aquí, un amigo, acompañados de nuevo de Matthau… otra comedia de perdedores que se unen y sobreviven.

Richard Quine… ese gran desconocido

Quine fue el primero que le convirtió en actor fetiche y trabajó con él a lo largo de su filmografía con títulos desconocidos y otros más fáciles de poder acceder a ellos. Quine tiene un humor peculiar (y también es creador de dos buenos melodramas). O entras o no entras. Y ahí estaba Lemmon dando sentido a unos personajes difíciles de clasificar. Tengo pendiente una revisión a la filmografía de Lemmon con Quine. Porque la mayoría las he visto tan sólo una vez y vagan en el olvido.

Todo empezó en 1955 con la comedia musical Mi hermana Elena, continuó con otra comedia bélica Operation Mad Ball y otra olvidada historia junto a Doris Day, La indómita y el millonario, culminó con las películas junto a la mujer perfecta para Quine, Kim Novak, en Me enamoré de una bruja y La misteriosa dama de negro. Y terminó con Como matar a la propia esposa.

El hombre común con rostro dramático

Pero según nos iba acompañando una y otra vez se convertía en el hombre común al que le asediaba la tragedia… y Lemmon ofrecía humanidad a raudales. Así lo empezó a demostrar en 1962 cuando protagonizó a un alcohólico en Día de vino y rosas.

Pero en los años setenta fue el protagonista de tres dramas (uno de ellos dentro de la saga de cine catastrofista) que funcionaron en taquilla y le mostraron como actor versatil. Salvad al tigre la pesadilla de un ejecutivo durante un día y medio que le dio el oscar, película olvidada y sustentada por su interpretación. El síndrome de China de medios de comunicación y desastres nucleares, Lemmon es el trabajador de la central consciente del peligro. Y por último el éxito de cine de catástrofes, Aeropuerto 77, donde es el héroe humano que trata de minimizar los daños y salvar al mayor número de pasajeros.

Lo mismo ocurrió en los ochenta con la impresionante película sobre la dictadura chilena y la implicación de EEUU en Missing donde Lemmon es un padre patriota que va a Chile para buscar a su hijo desaparecido, un periodista idealista y activista. Poco a poco lo que va descubriendo le hace identificarse más con su hijo ausente y dudar sobre sus creencias patrióticas. Poco después emocionó a todos en la película italiana (maravillosa) Macarroni junto a Marcelo Mastroianni. De nuevo en su papel de cascarrabias hombre de negocios amargado que llega a Italia y recupera el pasado y el sentido de la amistad y el placer.

Jack Lemmon no se alejó nunca de la pantalla y en 1992 nos siguió dejando interpretaciones maravillosas como en la amarga Glengarry Glen Ross donde está espectacularmente brillante.

Entre la risa y el drama Lemmon era uno de los grandes. Su rostro siempre está ahí, cercano. Su humanidad sigue transitando. Hizo como nadie del fracasado con una segunda oportunidad para adquirir toda la dignidad posible.

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Judith Anderson

Gran dama de los escenarios visitó en contadas ocasiones la pantalla blanca pero en ambos mundos mostró su versatilidad. Con un rostro peculiar y extraño representó personajes femeninos complejos. No solía pasar desapercibida. Aunque la mayoría de sus papeles fueron secundarios, con los directores adecuados brilló con luz propia. En el cine le llegó la popularidad en su papel más recordado, la señora Danvers, en Rebeca, 1940. Su personaje eclipsa el universo de Manderley. Hitchcock, en su primera aventura americana, hizo que sus apariciones fueran similares a las de un fantasma y Anderson ofreció su lado más siniestro. La actriz construyó un personaje eterno.

Cuatro años más tarde volvió con un personaje secundario en película mítica. Esta vez en Laura de Otto Preminger. Ahí se muestra magnífica en papel de tía de la protagonista y a la vez amante del prometido de su sobrina (genial Vicent Price). Anderson resulta magnífica y compleja en su papel ambiguo de mujer que oculta información, que guarda las apariencias, que esconde un doble rostro…, y capaz de todo por ser mujer enamorada. Así Judith Anderson y Vicent Price forman una de las parejas de ficción más singulares.

Continúa realizando trabajos con directores como René Clair (Diez negritos), Jean Renoir (Diario de una camarera) o el guionista Ben Hecht (El espectro de la rosa)… hasta que vuelve a estar siniestra en la magnífica El extraño amor de Martha Ivers, 1946. Judith Anderson se transmuta en mujer amargada, poderosa, rica y castrante que será el detonante del conflicto que nublará la vida de los tres protagonistas en su más tierna infancia (luego de adultos tendrán los rostros de Barbara Stanwyck, Van Heflin y Kirk Douglas). Y un año más tarde será madre coraje y fuerte que oculta terrible pasado en olvidado y onírico  western de aires shakesperianos, Pursued.

Anderson continua paseando su rostro en películas de culto como La casa roja, 1947, o a reivindicar como Las Furias, 1950, o en grandes superproducciones como Los diez mandamientos de DeMille en 1956. Sorprende a todos en 1958 con su papel en La gata en el tejado de zinc donde se mimetiza en personaje sureño de Tennessee Williams. Alcanza una personalidad dramática extrema como mujer apocada, doblegada y desgraciada, esposa de un marido déspota.

A partir de las siguientes décadas sus papeles cinematográficos se irán espaciando cada vez más… y podemos perseguir su pista hasta 1984 que aparece en una de las películas de la saga de Stark Trek. No abandonó los escenarios teatrales y también se pudo contar con su presencia en la pequeña pantalla.

Judith Anderson sin embargo alcanza un puesto destacado en esos rostros representados en la sala oscura. Su señora Danvers siempre estará en el recuerdo… y se convierte en puerta abierta para descubrir a una actriz en otros registros mostrando su versatilidad en la construcción de personajes dramáticos.

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Unas pinceladas de Albert Finney

Albert Finney.

Del que me queda mucho por descubrir, por recordar y por ver.

Actor camaleónico.

Unas cuantas pinceladas.

Es de los jóvenes terribles que poblaron el cine británico.

Que dieron aire a las pantallas.

Fuerza.

Picardía.

Viva la vida.

Héroes proletarios.

Con escenarios en sus lomos.

Con la botella siempre a mano.

Con saltos a Hollywood.

De presencia inolvidable.

Que hasta hace poco sigue regalando intensidad en la pantalla.

Físico en bruto.

Sonrisa imprescindible.

Ojos vivos.

Personajes con fuerza.

Que no escapan.

Arthur Seaton, el joven proletario, que pasa sus sábados noches, domingos mañanas entre lechos, historias y alcohol… después de una dura semana laboral…

Tom Jones, libertino bastardo con mucha pasión por la vida.

Mark, aquel que siempre olvida su pasaporte. Que pasa entre coches y hoteles del amor a la pasión. Que se topa con la frustración y el desencanto. Todo junto a su Joanna. Que a pesar de los pesares siguen juntos porque ahí están siempre en esencia, enamorados y desencantados. Son dos en la carretera.

Mr. Scrooge, no puede faltar una prueba de fuego. Un musical donde se lleva al personaje estrella, un Scrooge amargado que es visitado por el pasado, el presente y el futuro… y descubre la vida.

Hercules Poirot, detective refinado de Agatha Christie. Detective mítico. De la mano nos lleva a la resolución del asesinato en el Orient Express.

Geoffrey Firmin, el cónsul británio en México que se autodestruye entre el alcohol y los recuerdos. Un Huston que cuenta tristes historias de vida y desencanto. Bajo volcanes en erupción.

Leo, un duro mafioso de los de antes, unos Coen que devuelven la fuerza del cine de gánsters con mucha violencia y poesía de fondo. Con un Leo que avanza entre ópera y metralletas. Con oposiciones que parece que nunca puedan conciliarse, pero ya se sabe es Muerte entre las flores.

Andrew Crocker-Harris, un deprimido jubilado. Maestro que se siente no reconocido. Un hombre triste que reflexiona. Todo a su alrededor se desmorona. Su vida profesional y sentimental…

Edward Bloom, un hombre con facilidad de palabra que reviste su vida gris y la de las personas que ama con aire de relato o cuento. Convierte la vida a través de la narración de historias en algo mágico y maravilloso.

Charles, un padre roto que antes que el diablo sepa que has muerto descubre el horror a manos de sus hijos, también destrozados, desesperados, sin rumbo…

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Olivia de Havilland

La vida cinematográfica de De Havilland voy a simbolizarla con la imagen que corresponde a Nido de víboras, la lucha encarnizada de una actriz contra ‘entes superiores’ (sustituyase por productora Warner) para lograr ser una verdadera actriz. De Havilland luchó por conseguir papeles de entidad y no de mera comparsa del galán de moda. Se enfrentó a todos para demostrar que podía ser una buena actriz, que tenía la cabeza bien amueblada. Así llevó a juicio a la productora que a la vez que la daba de comer disponía de ella como si fuera una muñequita sin voz ni voto y la situaba a capricho en todo tipo de producto cinematográfico sin permitir su ‘crecimiento artístíco’, el que ella deseaba. Ganó la jugada aunque le supuso años de inactividad laboral y un futuro incierto.

Es una de las únicas leyendas vivas que quedan de ese viejo sistema de producción en Hollywood que dio grandes obras cinematográficas a costa de contratos férreos de sus trabajadores (también está vivita y coleando su hermana Joan Fontaine aunque como ya relatamos en su perfil su enemistad tiene también rango de mito. Las dos están peleándose por quién aguanta más en el planeta tierra…). Donde estos trabajadores no tenían ni voz ni voto. Sólo que la maquinaria de hacer películas estuviera en marcha a todo gas…

Empiezo este perfil, sabiendo como en otros, que por suerte todavía me queda filmografía por descubrir… pero lo descubierto me muestra un camino y una evolución que descubre a una Olivia de Havilland llena de matices. Una estrella que luchó por además ser actriz.

La chica del héroe

En los años 30 surge un dulce rostro de mujer que muestra su elegancia en un producto qualité, la adaptación a lo grande de El sueño de una noche de verano. Una joven Olivia de Havilland que arrastrará durante años la cualidad de chica soñada, chica reposo, chica del héroe, chica virtuosa y maravillosa, chica por ello hermosa, sin defecto alguno…, plana como personaje… Su siguiente paso que la confirma como chica del héroe es formar parte de las historias del aventurero de moda, un Errol Flynn que llena las arcas del estudio. Su mejor paternaire es De Havilland, su química es evidente. Así se confirma en su primera película, donde ambos actúan juntos y que es todo un éxito: El capitán Blood. El estudio no lo duda y explota dicho matrimonio profesional. De Havilland se convierte definitivamente en la dama del héroe sin posibilidad de cambio. Así es la mujer soñada durante los años treinta y parte de los cuarenta (cuando se rebela definitivamente contra este rol). Así protagonizan hasta siete películas que tienen el don del encanto y a ello contribuye sin duda una De Havilland cada vez más harta de su estereotipo pero siempre haciéndolo bien. Algunas de estas películas son míticas y absolutamente maravillosas. Miren qué títulos: La carga de la Brigada Ligera, la mítica Robin de los bosques, la desconocida para mí El hombre propone, la interesante La vida privada de Elizabeth y Essex (pero la gota que colmó el vaso… el papel de De Havilland fue absolutamente insípido cuando ya estaba en su haber el personaje bombón de Melanie… pero fuera de la productora que la ‘castigó’ en su empeño de interpretarlo), Dodge, ciudad sin ley, Camino de Santa Fe y su última colaboración en Murieron con las botas puestas.

Melanie

A pesar de sus contratos férreos, a veces las productoras se intercambiaban a sus estrellas. Pero a veces estos intercambios eran propiciados por los actores que insistían y luchaban para lograr el papel que supondría un paso más en su carrera… aun a coste de su salud mental, de las presiones y de aguantar duras negociaciones. Así De Havilland vio una oportunidad en la superproducción de O’Selznick que iba a adaptar el bestseller del momento, Lo que el viento se llevó en 1939. Quería para ella el personaje de Melanie. Y después de negociaciones y quebraderos de cabeza lo consiguió (no sin que se quemasen más las relaciones entre la actriz y el estudio).

Melanie la hizo demostrar que podía con un personaje que se transformaba a lo largo de la película. Olivia construía una personalidad y daba distintos matices y riquezas a su personaje que distaba mucho de ser plano.

Sin embargo es curioso como a la larga este personaje también dañaría, aquí, la imagen de esta gran actriz. Pues por una parte es su papel más recordado y por otro debido al doblaje Melanie siempre ha estado unido a la entidad de una mujer cursi y ñoña… imagen con la que no estoy nada de acuerdo. Según veo una y otra vez esta película (ahora en versión original) veo la construcción de una personalidad tan poderosa como su contrapunto, Scarlett O’Hara. Son dos mujeres opuestas pero por ello llegan a ser absolutamente complementarias y su relación una de las más interesantes que se desarrollan en la película.

Olivia consigue su primera nominación al oscar… y cuando pensaba que su estudio iba a tomarla más en serio, éste no deja de humillarla en la concesión de papeles sin relevancia alguna. Así entabla una batalla judicial que la deja sin trabajo temporalmente pero que finalmente le da libertad y un futuro incierto.  Hablamos de principios de los cuarenta. De 1943 a 1946 prácticamente no rodaría ni una película. Aunque luego su vuelta fue triunfal… pero breve.

Los melodramas de Mitchell Leisen

Y el puente serían los melodramas de Mitchell Leisen. Uno lo protagonizaría en 1941, cuando la batalla aún no ha empezado pero está a punto, y el otro en 1946 cuando la actriz ha logrado su libertad y puede tener más protagonismo en la elección de papeles. No duda en volver a ser protagonista de un melodrama de Leisen. En el primero es nominada al Oscar, en el segundo lo gana. Hablo de dos joyas: Si no amaneciera y La vida íntima de Julia Norris. En las dos Olivia de Havilland se muestra capaz de construir sendos personajes y mostrar una transformación y una evolución de los caracteres que le toca interpretar a lo largo del metraje de ambas historias. En uno es una maestra que se enamora del hombre equivocado, en la segunda es una mujer que esconde una historia compleja. Y las dos películas son puro deleite.

El fin de un camino: La heredera

No deja de estar nominada y ofrece dos trabajos que serán la culminación de su carrera y la demostración de que es actriz camaleónica que sabe imprimir matices y complejidades a los caracteres que tiene que afrontar. Por una parte la ya comentada Nido de viboras donde se ofrece una crítica a los centros de salud mental y donde está inmensa y por otra la maravillosa adaptación de una novela de Henry James por parte de William Wyler, La heredera. Ahí cogerá otra estatuilla… y también será su clímax como actriz. Está inmensa como Catherine Sloper, la poco agraciada pero millonaria mujer que hará un duro recorrido personal para terminar con una soledad elegida.

Curiosamente con el hundimiento del sistema de estudios y quizá también agotada por sus continuas luchas laborales, su actividad cinematográfica va disminuyendo en las siguientes décadas (a partir de los años cincuenta). Vuelve a los escenarios y también empieza a trabajar en televisión.

Retirada pausada

Protagoniza películas que todavía nos recuerdan su presencia. Así la vemos en Mi prima Rachel o en el drama de doctores No serás un extraño. Se convierte en una has been que protagoniza películas de terror como la hipnótica Canción de cuna para un cadáver (donde trabaja de nuevo con Bette Davis, la estrella de la Warner en los años treinta que no la dejaba prosperar como actriz seria, pero por culpa del estudio, entre ellas siempre alimentaron la amistad) o la incómoda y desagradable (pero por ello interesante) Una mujer atrapada. También sería estrella invitada en cine de catástrofes en los años 70 como Aeropuerto o Enjambre.

Joyas a descubrir

Todavía hay tres películas de Olivia de Havilland que me muero de ganas por descubrir. De sus primeros papeles El caballero Adverse. De los años a punto de romper con su productora un melodrama junto a Bette Davis, Como ella sola, con John Huston como director. Y cuando ya es totalmente libre, una obra con el gran Robert Siodmack en A través del espejo. Pronto espero solventar estas ausencias en mi dvdteca particular.

Olivia de Havilland, por suerte, todavía puede sorprenderme…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Robert Redford

Icono cinematográfico que empezó a ascender en los años sesenta y aún sigue su reinado porque ha diversificado. Actor que en sus primeros tiempos le caracterizaba su sonrisa profident y melena rubia supo moverse en el mundo del celuloide porque sin duda lo amaba. Así se fue creando una imagen: un héroe romántico que ha ido evolucionando todas estas décadas. Después, como ya hemos contado alguna vez en este blog, se puso detrás de la cámara como director con películas muy interesantes (ahora espero con ganas su último trabajo, La conspiración), también se encuentra al frente de una iniciativa de cine independiente, el festival de Sundance… El rubio mostró que era más que un bello rostro y mucho más que un galán. Durante estas décadas se ha mostrado como rubio reflexivo, con ideas claras, abogando por el ecologismo, el pacifismo y otras ideas que le colocan el corazón a la izquierda. Y así su héroe romántico se iba revistiendo de progresismo. Fue rostro imprescindible durante tres décadas y aún sigue presente. Además ha sabido crearse relaciones profesionales interesantes como convertirse en el actor fetiche del director, ya fallecido, Sydney Pollack o ser pareja con química del también desaparecido Paul Newman. Es un fenómeno cinematográfico similar a un Clint Eastwood que comenzó su carrera en los cincuenta y aún no la ha terminado…

Sus prometedores comienzos en los años sesenta le presentaban ya como galán romántico con final desgraciado (su romanticismo le lleva casi siempre a la muerte) en películas que analizaban y criticaban algún aspecto de la sociedad norteamericana. También alcanzó cierto éxito como galán cómico y complemento de una fogosa y divertida Jane Fonda (una de sus parejas cinematográficas con química) en un género que apenas ha visitado, la comedia. Así vemos su sonrisa pero también su héroe atormentado en la impactante La jauría humana. Le vemos protagonizando trágica historia de amor con aires de Tennessee Williams en la interesante (que no redonda) Propiedad condenada donde comienza su idilio como actor fetiche de un joven director del momento, Pollack. Y logra hacernos reír en Descalzos en el parque… que muestra que la vieja comedia nunca muere. Culmina los sesenta con western nostálgico y con compañero de aventuras con una química chispeante: Dos hombres y un destino. Paul Newman es el personaje encantador, Redford el rudo con buen fondo, ambos entrañables.

La década de los setenta construye su perfil de hombre romántico con corazón a la izquierda. Así, de nuevo junto a Pollack, protagoniza película ecologista de héroe romántico, libre y solitario, Las aventuras de Jeremias Johnson. O muestra los peligros de la política y el poder con la impactante El candidato. Vuelve con Newman a reconstruir una película nostálgica pero además tremendamente divertida e ingeniosa, El golpe. Y su héroe romántico con historia de amor triste o final desgraciado sigue construyéndose bien en la interesante (por su mensaje político y su reflejo de la caza de brujas… no desarrollado del todo pero latente en todo el metraje) Tal como eramos, de nuevo con Pollack. O me conmueve en la elegante y fría adaptación de El gran Gatsby (qué novela, dios, qué novela). Como no, se convierte en el mejor héroe de thriller político o puro cine documental sobre investigación periodística y consigue tenernos en vilo, actor al servicio de una buena historia tanto en Los tres días del cóndor como en Todos los hombres del presidente. Termina la década con héroe romántico, mensaje ecologista, película nostálgica, cowboy rebelde anclado en unos ideales y por supuesto hombre enamorado en El jinete eléctrico. De nuevo con Pollack y con Jane Fonda como paternaire.

Continúa carrera fulgurante en los ochenta. No sólo sigue mostrando las fallas de la sociedad norteamericana en Brubaker (esta vez la crítica se dirige al sistema penitenciario) o a la filosofía del american way life con El mejor sino que construye el mito definitivo de su héroe romántico por excelenia con final trágico. Y de nuevo de la mano de Pollack. Robert Redford da vida al cazador Denys Finch Hatton. Así quedan para la posteridad imágenes románticas con Karen Blixen (Meryl Streep) imposibles ya de borrar del imaginario colectivo. El vuelo en avioneta, el baile, cómo escucha al oír los cuentos de la amada, cómo la lava el pelo… y sobre todo el amor libre e incondicional sin ataduras ni posesivos y por supuesto ese halo de final fatal y trágico. Hablo claro está de Memorias de África.

Cada vez diversifica más sus actividades en el mundo del séptimo arte y va espaciando sus apariciones cinematográficas. Pero en los noventa sigue recordándonos que ahí está. Así vuelve a enseñar su romanticismo y sigue mostrándonos que está en activo, que su sonrisa continúa, que enamora a las damas, que las lleva al éxtasis y que puede llegar a desaparecer de manera trágica. Su héroe, hombre ya maduro, funciona. Así tras el resbalón de la Habana (que aún no he visto pero le daré pronto una oportunidad), dos éxitos taquilleros, la entretenida sin más Los fisgones y la ‘polémica’, Una proposición indecente, pongo las comillas porque vale es por dinero el sexo con el millonario con cara de Redford pero creo que hubiera sido más efectiva la propuesta con un rostro más siniestro, con alguien ‘más desagradable’. Este Gatsby envejecido que quiere devolver una cara oculta se nos queda en un galán maduro y atractivo e incluso con mucho encanto… La Moore tiene que hacer esfuerzos para no enamorarse y mandar a paseo al pobre Harrelson.

Después Redford vuelve a cuidar su prototipo de héroe romántico libre y trágico con el corazón a la izquierda y comprometido con causas imposibles. Así de nuevo suspiramos con sus escenas en películas correctas y entretenidas como Íntimo y personal (qué bien le sienta ser periodista de causas perdidas) y El hombre que susurraba a los caballos (cómo le sienta ser hombre amante de la naturaleza…).

Y en el siglo veintiuno Robert Redford sigue alimentándonos de cine con conciencia delante y detrás de las cámaras. Nos deja en el asiento con el interesante thriller La sombra de un secuestro, nos deja pensar en su propuesta delante y detrás de la cámara de la incomprendida Leones por corderos… y le espero detrás de la cámara en el interesante drama histórico (eso espero) La conspiración.

Así sigo acudiendo a la sala tras su rastro… ese Gatsby eterno.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

James Mason

Últimamente me lo voy encontrando en distintas películas de su juventud y me está sorprendiendo gratamente. Actor de filmografía extensa. Me queda mucho por ver pero lo descubierto me lo entrega camaleónico. Es el actor que mejor suda en pantalla. Espléndido en papeles de malvado o de hombre complejo y atormentado. Mason, creíble. De atractivo extraño. Actor de carrera ilustre, británico de los que alcanzó Hollywood.

James Mason, siempre actor respetable, no alcanzó una fama de leyenda pero dejó un reguero de películas que merecen la pena ser una y otra vez vistas. Tuvo una relación intensa con este país nuestro que pisó varias veces por el rodaje de varias películas. Trabajó con directores-autores pero también con buenos artesanos que le hicieron protagonizar míticas películas de aventuras.

Recuerdos

Para mí Mason estaba totalmente relacionado con una de las películas que más pude ver de pequeña (¡y cómo me gustaba!): era el malvado pero a la vez elegante y educado espía de Con la muerte en los talones (1959)… Cary Grant le robaba la chica (la rubia Eva Marie Saint) y él se convertía en amante despechado y vengativo (aunque ya desde el principio era malo, malo)… Después su rostro fue mostrándome otras personalidades.

También se convirtió en Norman Maine, el actor alcohólico y autodestructivo pero enamorado de una actriz en ciernes que va escalando según él va fracasando: Ha nacido una estrella (1954). Recuerdo que Mason me sobrecogió en su aparición final… en ese paseo si retorno por la playa sumergiéndose poco a poco en el agua.

Y, también, me cautivó en Julio César (1953) la vi porque me entusiasmaba Brando, Shakespeare y por mi gusto por el cine de Mankiewicz pero mi sorpresa fue ese Bruto complejo y sensible con rostro de James Mason.

En el cine británico

Últimamente he podido acceder a algunos de sus trabajos cinematográficos de juventud en el cine británico de los años 40 donde fue cautivando una fama más allá de la ínsula. Por una parte, Perfidia de Leslie Arliss y por otro la increíble (aparecerá sin duda pronto en El viejo baúl de películas) Larga es la noche de Carol Reed. En Perfidia compone a la perfección uno de esos personajes malvados que tan bien sabía representar, un noble odioso sacado casi de Las amistades peligrosas, capaz de todo para amargar la vida a aquellos que le rodean. Y en Larga es la noche muestra a un hombre moribundo en sus últimas horas de vida. James Mason me ha conmovido en un papel difícil. Carol Reed muestra unas imágenes increíbles en esta película, en la que gran parte está contada desde el punto de vista de una persona que está perdiendo la vida poco a poco y a la vez tiene que huir (James Mason es un jefe de un grupo del IRA que fracasa en un robo y a partir de ahí todo saldrá mal para el grupo…).

Salto a los EEUU

Cuando pega su salto a los EEUU lo hace de la mano de un director europeo y en dos películas que todavía no he podido ver (pero que pronto trataré de subsanar este detalle): Max Ophüls le convierte en protagonista de Atrapados y Almas desnudas. Y comienza los años 50 con un delirio romántico con aires mitológicos y de leyenda, rodado en Tossa de Mar, me refiero a Pandora y el holandés errante donde Mason, de nuevo atormentado protagoniza amor imposible con Ava Gadner que se convierte en diosa.

Durante esta década mezcla el cine de autor con un cine de género, de aventuras, espionaje y bélico. Así le vemos protagonizando Rommel, el zorro del desierto, El prisionero de Zenda, Operación Cicerón o las populares 20.000 lenguas de viaje submarino (Mason es el capitán Nemo) o El príncipe valiente.

Pero entonces vuelve de la mano de Nicholas Ray y de Robert Rossen a dos películas que le devuelven a la construcción de personajes atormentados y complejos. La de Ray, Más poderoso que la vida, nos encontramos con un hombre de familia que debido a una droga empieza a sufrir alteraciones mentales que repercuten en su vida cotidiana…, toda una escalofriante metáfora del american way of life. Y en la de Rossen, Una isla en el sol, se convierte en un terrateniente racista que descubre sus raíces negras y que además se convierte en asesino pasional… pero un asesino con pavorosos dolores de conciencia… Personaje de perlas para el mejor Mason.

Humbert Humbert

En la década de los 60 protagoniza otro personaje complicado en otra de sus películas más recordadas, Lolita de Stanley Kubrick, la adaptación cinematográfica de la novela Lolita de Nabokov. Y Mason se convierte en Humbert Humbert el narrador de esta inquietante historia sobre la obsesión enfermiza de un maduro profesor por una niña.

Regresa a España de nuevo para película del universo Bronston, La caída del imperio romano. Y continúa dejando ver su rostro para películas tanto británicas como americanas con títulos como Lord Jim. Como curiosidad sigue rodando en España películas, una bajo la batuta de Juan Antonio Bardem, Los pianos mecánicos (que no he visto) y otra que le lleva al western y a Almería, El hombre del río malo (tampoco tengo el gusto de conocerla).

Mason continuó carrera imparable durante los 70 hasta su muerte. Así se le recuerda en sus papeles en El hombre de Mackintosh de John Huston, en La cruz de hierro de Sam Peckinpah, en la popular Los niños del Brasil y en otra interpretación recordada dando réplica a Paul Newman en Veredicto final

Su carrera es difícilmente abarcable…, y como digo en estos casos, feliz me encuentro porque podré seguir disfrutándole, descubriéndole, y sorprendiéndome (son ahora sus películas de los años 70 y 80 las que tengo que descubrir o alguna refrescar su visionado en mi memoria)…

Pero ya saben para mí Mason siempre quedará en mi recuerdo como ese espía malvado, ese romano confundido y aturdido pero tremendamente sensible e inteligente o ese actor fracasado que poco a poco se mete en el mar…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Joan Fontaine

El otro día volví a ver Una isla en el sol donde sale una rubísima Joan Fontaine con una voz grave protagonizando un amor prohibido con Harry Belafonte. La Fontaine es una de esas actrices que ha caído irremediablemente en olvido pero que cuenta con filmografía eterna. También siempre se la cataloga por su famosa no relación con Olivia de Havilland, su hermana. Y además ambas siguen vivitas y coleando.

Su imagen más famosa y que todo el mundo asocia a su rostro es la de ingenua inocente y enamorada, un paso más en los papeles que en el periodo mudo realizaba Lilian Gish, una continuación del estereotipo. Así en el imaginario colectivo sus películas más recordadas y más distribuidas son las realizadas con el maestro del suspense: Rebeca y Sospechoso y luego una de las cimas del amor romántico, Carta a una desconocida de Max Ophüls. En estas películas Joan Fontaine muestra su rostro más dulce en personajes desvalidos y tímidos que, sin embargo, se hacen fuertes al convertirse en mujeres enamoradas.

Sin embargo Joan Fontaine, de voz grave, tuvo otras caras y otros roles que muestran su versatilidad. Ambas hermanas supieron construirse una carrera cinematográfica para la inmortalidad.

Debutó en los años 30 y tuvo una serie de intervenciones secundarias (donde podríamos destacar que fue una de las protagonistas de esa película coral que fue Mujeres de George Cukor)… su estatus de estrella y protagonista única vino de la mano de Hitchcock con la ya nombrada y mítica Rebeca en 1940. No olvidemos que Rebeca es el nombre de la ausente y que trae de cabeza a una apocada Joan Fontaine como la tímida Mrs de Winter, que carece incluso de nombre propio. El maestro del suspense la requiere para su siguiente trabajo Sospechoso donde Fontaine es una millonaria con un futuro de solterona que finalmente es cazada por un guapetón (Cary Grant) que no sabemos si es un cazafortunas asesino o un buen hombre con cara de sospechoso.

Estos papeles le dan el suficiente prestigio para trabajar con galanes como Tyrone Power o Charles Boyer. Sigue su papel de ingenua en la adaptación de la mítica novela de una de las Bronte, Jane Eyre, en Alma rebelde (película que está esperando que vuelva a revisitarla) junto a ni más ni menos que Orson Welles. Seguiría durante los años cuarenta con el papel de ingenua hasta que llegamos a 1947 ante una película de Sam Wood, que no he visto todavía (pero que voy tras ella), Abismos, pero importante en la carrera de Fontaine porque rompe con su estereotipo y se convierte en personaje sexual que seduce y no es víctima inocente. Y otra película que quiero rescatar es Sangre en las manos (Kiss the blood off my hands) donde protagoniza una triste historia de amor con mi amado Burt Lancaster.

En 1948 protagoniza otra película cumbre de su carrera, pero siguiendo el estereotipo de ingenua enamorada, se trata de Carta de una desconocida, donde un siempre elegante Max Ophüls recrea la novela de Stefan Zweig y nos deja el desolador y solitario retrato de una mujer enamorada que no deja huella alguna en el amado, un famoso músico.

En los años 50 sigue rompiendo su estereotipo en Nacida para el mal, mostrando que tras la mosquita muerta puede haber un ogro. La Fontaine pone su virginal rostro al servicio de Nicholas Ray (otra de las películas que debo recuperar de nuevo… sólo tengo vagos recuerdos).

Joan Fontaine nos sorpende con dos películas alejadas de su registros. Una totalmente comercial de cine de aventuras, Ivanhoe, donde se convierte en una Lady Rowina que compite con una jovencísima judía con el rostro de Liz Taylor por el amor de Ivanhoe (Robert Taylor). Todos sabemos, en secreto, que la pobre Fontaine ha perdido la batalla… por eso se muestra algo perdida. Y la otra de cine independiente, como decimos ahora. Una película dirigida por la actriz Ida Lupino y que plantea de una manera seria y eficaz a un hombre enamorado de dos mujeres, una de ellas es Fontaine, en El bígamo. También se pone bajo la batuta del maestro Lang en Más allá de la duda para mostrar que sigue ofreciendo otros matices junto a Dana Andrews. Así sigue su racha de amores prohibidos hasta llegar a la rubia sofisticada y abandonada de Una isla en el sol.

Los sesenta sigue siendo un rostro agradable y de prestigio que adorna distintas películas como protagonista o secundaria y pasa por el camino de muchas has been, protagoniza película de terror en 1966 llamada Las brujas, que no he tenido el gusto de ver, y se refugia en las siguientes décadas en míticas series de televisión.

¿No creeis que hay que redescubrirla de nuevo? La ingenua que fue destruyendo como pudo su estereotipo… aunque como víctima vulnerable resulte inolvidable.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Rubias tras la pantalla blanca

La melena rubia platino de Jean Harlow con su sensualidad que se apagó joven se cruza con los ojos tristes y enormes de la rubia, diosa sexo sin quererlo, Marilyn Monroe.

En la Fontana de Trevi grita Anita Ekberg con su melena que cae como cascada, grita a Marcelo para que vaya con ella a disfrutar de la noche romana. Para disfrutar de un momento. Y como mujer exuberante se cruza con otra rubia triste que sólo hizo comedias, con cintura de avispa, y con el sambenito de la imitación absurda, siempre buscó su hueco…, ahí se desliza Jayne Mansfield.

Las rubias hielo que son volcanes y que desnudaba el maestro del suspense en la pantalla…, hubo un trío esencial (aunque fueron muchas las rubias que pisaron sus películas). La musa, Grace Kelly. La antimusa pero protagonista de obra maestra, Kim Novak. Y la rubia ideal que quiso crear el maestro, él solito, Tippi Hedren, a la que dejó exhausta. Las dos primeras tuvieron más vida antes y después del maestro…, la Hedren, no.

Las niñas rubias que provocan sueños sexuales y son protagonistas pasivas de relaciones enfermizas con hombres de mentes oscuras… Carrol Baker, la baby doll tiene la corona… se convirtió más tarde en Harlow. La sigue Sue Lyon que hizo de las suyas cual Lolita y se sumergió en la noche de la iguana.

Las rubias virginales también tuvieron su hueco en la pantalla blanca y el símbolo máximo de la rubia pacata fue primero Doris Day y después Sandra Dee. La Day demostraría que podía hacer algo más que confidencias a medianoche…, Dee, ay, la Dee si no hubiera sido por sus adolescentes de melodramas maestros.

En el cine negro la rubia por excelencia fue la mujer de la melena en mitad del rostro Veronica Lake…, y también la aparición peligrosa de la Cora-Lana Turner con turbante incorporado.

Las rubias también desmostraron que cuando querían ser graciosas eran lo más. Y también podían dar sus pasos de baile. Otro trío de oro con melena platino al viento, Carole Lombard se muere de la risa con Jean Arthur que le hace confidencias divertidas a Ginger Rogers mientras se marca un claqué.

Y ahí tenemos a la rubia entrañable. A la mujer con la que soñaban los muchachos en la guerra, la vecinita alcanzable con hermosas piernas. La actriz que nunca se lo creyó y que cedió su cetro con elegancia a la Monroe, la pin up por excelencia, Betty Grable.

La hermosa Lara con rostro de Julie Christie fue la rubia bella que renunciaba al estrellato. En Francia Dios creo a la mujer con cara de Brigitte Bardot y allí estaba también la belleza rubia que tenía pesadillas sexuales y enloquecía con Repulsión, cantaba tristes canciones de desamor con un paraguas o era belle de jour, Catherine Deneuve. De tierras frías llegaba Ingrid Thulin, una de las musas de Bergman, que con el silencio de su rostro contaba historias. O también de Suiza llegaría la cabellera rubia de la sensual Lisolotte Pulver que lograría su lugar como secretaria erótica y divertida contando uno, dos, tres o se transformaba en triste enamorada cuando es tiempo de amar, tiempo de morir.

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